Las
intervenciones y mejoras de la red de metro de Barcelona durante los últimos
años han sido positivas en cuanto a la adaptación de las estaciones en la
movilidad reducida. En este sentido, se dispone a fecha de hoy del 80% de la red
de metro adaptada con ascensores de acceso hasta el andén.
De este modo se facilita
el acceso a todas aquellas personas con dificultad para desplazarse mediante
escaleras entre los diferentes desniveles existentes en la infraestructura –
normalmente dos: el primero desde el nivel de calle hasta el vestíbulo, y el
segundo desde el vestíbulo hasta el nivel de andén. Hay que comentar que, según
la complejidad de la estación, podrían ser más de dos tramos en ascensor para
lograr comunicar ambos niveles –.
Hasta aquí todo
funciona bien. Es fantástico procurar que toda la ciudadanía disponga de las
mismas posibilidades para desplazarse en transporte público. Sólo queda esperar
que los ascensores funcionen y se encuentren operativos... pero, ¿qué ocurre
con el resto de viajeros que deberían hacer uso de las escaleras o de las
escaleras mecánicas?
A continuación
se plantea brevemente una situación que seguramente muchos de los lectores han
experimentado numerosas veces cuando han viajado en metro.
Momento 1: en el
interior del tren, anuncio de próxima estación y respectiva posición
estratégica de los participantes a la prueba deportiva que está a punto de dar
comienzo.
Momento 2:
frenada total del tren, apertura de puertas y gran esfuerzo físico e increíble
capacidad de reacción para conseguir 0,1 milésimas de segundo de ventaja sobre
los demás participantes.
Momento 3:
sorprendentes movimientos aerodinámicos entre obstáculos para lograr
aventajarse en la carrera (entiendan estos obstáculos otras personas que
esperan en el andén para subir al tren que acaba de llegar).
Momento 4: una
reñida competición entre unos 15 participantes que se dirigen simultáneamente, a
gran velocidad, y con gestos realmente desafiadores hacia la tan ansiada meta:
el ascensor.
Momento 5: gran
llegada a la meta y consagración del éxito en asegurarse un lugar en el
siguiente viaje en ascensor hacia nivel de calle, nivel de otro andén
(transbordos) o hacia el nivel de vestíbulo.
Momento 6: es el
más preocupante de todos los momentos. Las miradas perdidas hacia el infinito
con ademán y posición corporal de espera, distracción visual intencionada hacia
dispositivos móviles e incluso un simple y descarado desentendimiento de
cualquier otra necesidad que pueda requerir el uso de ese ascensor.
¿Cuál es el
resultado? Más vale una imagen que mil palabras. A continuación puede observar
el lector cuan concentrados están los participantes en el anteriormente
descrito momento 6.
La siguiente fotografía ha sido realizada el día 24 de
Octubre de 2013 en el transbordo entre L5 y L9/L10 en la estación de La
Sagrera.
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Utilización incorrecta de los ascensores en el Metro de Barcelona. Estación La Sagrera L9/L10. (Los rostros de las personas en la imagen han sido debidamente ocultados por motivos de privacidad) |
Sin embargo, dichos participantes no
observaron dos pequeños grandes detalles.
El primero de
ellos es que hay alguien, una persona que se encuentra en la parte izquierda de
la fotografía, que probablemente deberá resignarse a esperar dos minutos más al
siguiente viaje en ascensor. Será cuando éste vuelva de vacío al haber trasladado a todos los
ocupantes que ansían y desean llegar velozmente a la siguiente
de sus metas.
El segundo de
los detalles son unos carteles indicativos en color rojo a las puertas de los
ascensores donde se advierte de “Uso preferente, suban o bajen por las
escaleras mecánicas”.
La mayoría de la red de metro de
Barcelona está adaptada a los trayectos con movilidad reducida. Nosotros
como viajeros, ¿lo estamos?.